La profesión de farero fue una de las profesiones más arraigadas, pero la llegada de las nuevas tecnologías sacó a los hombres del interior de los cilindros que avisaban a los marineros. Hoy en día un solo hombre se encarga de las grandes linternas marítimas, sin ni si quiera habitar en ellas. La esencia del Romanticismo de quienes vivieron en ellos sigue intacta pero saben que su vocación ya no tiene relevo generacional. Pero, retrocedamos en el tiempo: ¿Cómo era el trabajo de estas personas?
La vida y el trabajo de los fareros ha estado
tradicionalmente rodeada de un cierto misterio, siendo muy abundantes en la
literatura escrita y oral las leyendas, quizás historias, que les atribuyen
hechos y circunstancias muy singulares.
Alguno de los fareros, que desembocaron su
vida en este oficio, consideran que lo peor era el aislamiento que sufrían en
los faros por lo que tenían que combatir su soledad pescando cazando, cuidando algunos
animales e, incluso, construyendo embarcaciones que vendían a terceros.
Los faros se convertían en sus hogares, hasta el punto de llegar a
disponer de su propio horno para poder hacer pan y de fabricar molinos de
viento con los que cargaban las radios para poder comunicarse con el exterior.
Pero, estos hogares, eran compartidos con más familias de fareros, por lo que,
para una máxima organización y buena relación entre ellos, asumía una especie
de “jefatura” el más antiguo del escalafón.
Sin embargo, no todos eran capaces de soportar esta forma de vida,
pues exigía una gran capacidad para el aislamiento, por lo que, algunos de ellos,
lo tenían como segunda profesión; dando preferencia a otros tipos de trabajos
como la ganadería o la agricultura.
Como podemos ver, hay profesiones que, además de ser
un medio y modo de vida, llevaban consigo añadidas el romanticismo de otros
tiempos, de cuando el GPS y la línea ADSL no eran más que unas iníciales que
auguraban unos cambios que parecía que nunca llegarían. Pero estas letras
tomaron forma real y se llevaron consigo la esencia de trabajos que cayeron en
el olvido, como a la que nos hemos referido, y la cual hemos perdido: el
farero. En el Occidente ya nadie duerme en el faro y ahora sólo un hombre se
encarga de mantener a punto estas enormes linternas que siguen alertando a los
barcos de la galerna y la peligrosidad en la mar. El farero, como tal, ya no
existe.
Tiempo libre del farero, exteriorizándose con la radio y jugando al ajedrez.